8.12.08

BLANCO ALGODON: TRIUNFO Y DERROTA DE JUDAH BENJAMIN

Judah P. Benjamin (1811 - 1884). Senador de los Estados Unidos por Lousiana. Fiscal General, Secretario de Guerra y Secretario de Estado de los Estados Confederados de América (1861-1865).


En 1896 Theodor Herzl escribió, “El Estado Judío”, en el que afirmaba que el problema del antisemitismo sólo podría resolverse por medio de la creación de un estado judío. El caso de Dreyfus, un oficial francés falsamente acusado de traición por el mero hecho de ser judío, así se lo demostraba. Si Judah P. Benjamin no se hubiera marchado de los Estados Unidos en 1865, tal vez Herzl hubiera hablado del “Caso Benjamin”, y no del "Caso Dreyfus." Y no hubiera sido Zola, sino Walt Whitman, el que hubiera escrito algo parecido a “Yo acuso” en inglés. Benjamin fue el segundo senador judío de los Estados Unidos después del también sefardí David Levy Yulee (1810 - 1886), y la personalidad más capaz del breve y extraño gobierno de los Estados Confederados de América, en los días de la Guerra Civil Americana (1861-1865). Y, probablemente, el judío más influyente en la política de los Estados Unidos en todo el siglo XIX.

4.12.08

fin de rodaje

Se acabó. O empieza de nuevo. Stendhal escribió que una “ novela es un espejo que ponemos en el camino”. Una película no es una novela, pero como una novela no hace otra cosa que reflejar un mundo, tal vez el mundo, inaprensible, cíclico, imposible de definir en palabras. Todo empieza y acaba con mujeres y generosidad - si no son sinónimos. De madre a madre, de madre a hija. La grandeza de Katy Bohrer en Madrid, y la de Eni Kurlender en el Kibbutz Givat Oz, en Israel. Mujeres judías para las que ser judías se transformó en acciones, causas que generan efectos, preguntas abiertas. Que se resisten a las respuestas simples. Se finaliza el rodaje en Israel y antes de iniciar el último tramo, la postproducción, se hace inevitable echar la vista atrás y sentir vértigo y un punto de vergüenza. Vértigo por lo que queda, la finalización de un proceso. Y vergüenza ante el temor de no estar a la altura de las circunstancias, de no ser capaces de corresponder a la intimidad y la entrega con la que a lo largo de este proceso una larga lista de hombres y mujeres, judíos y no judíos, han dedicado su tiempo y su esfuerzo a contar una historia simple de madres e hijas, de encuentros y desencuentros en España. De matices en Sefarad. Perfiles. Vaya por delante el rendido y sincero homenaje a todos aquellos que, de forma directa o indirecta, han hecho posible todo esto.

24.11.08

Jad Gadiah de El Lissitski



El Lissitski (Lazar Márkovich Lisitski, 1890 – 1941). Una de las figuras más importantes de la vanguardia europea. Fue uno de los principales representantes del arte abstracto y del movimiento “constructivista” ruso. Para el constructivismo el arte tenía que estar orientado a un objetivo, construir la sociedad. Y dedicó una buena parte de su trabajo a la propaganda soviética.

16.11.08

Israel: en la recta final.


Rumbo a Israel para llevar a cabo la última grabación en el kibbutz Guivatz Oz. Con la película se cierra el ciclo de una pregunta sin respuesta o, más bien, de una pregunta circular que sólo genera nuevas preguntas. No el clásico “¿quién es judío?” o “¿qué es ser judío?” sino el más pragmático “¿por qué ser judío?” y el más personal “¿por qué deberíamos seguir siéndolo nosotros?”.

2.11.08

El Niño Inocente de la Guardia. Comedia famosa en tres actos.



Teatro Cervantes de Alcalá de Henares, hoy convertido en un cine. Es el más antiguo que se conserva en España. Fue dedicado como Corral de Comedias en 1602, en la época de Lope de Vega y Cervantes.

Si imagináramos la historia de la industria del entretenimiento español como una gran cine y retrocediéramos en el tiempo a medida que avanzáramos entre las butacas, al llegar a la pantalla estaríamos en 1896, el año del nacimiento oficial del cine español. Pero si echáramos un vistazo detrás, tendríamos ante nosotros la visión de los carromatos y escenarios improvisados de cuatrocientos años de teatro español, con todos sus vicios, particularidades y virtudes. Además de ciertos términos (escena, secuencia…) en aquella época nació una novedad que desde el primer momento adoptó el cine: dividir una obra en tres partes, o actos, en lugar de en cinco, como se hacía en el teatro griego. Lope de Vega y Cervantes siempre pelearon por ser ellos los inventores. Aunque los dos tienen que reconocer que en España, eso se hacía desde el siglo XV. Unas cuantas generaciones de filólogos se han esforzado por escudriñar la génesis del invento. ¿Tal vez fue Lope de Rueda? ¿O quizás vino desde Italia de la mano de los poetas valencianos lo de dividir la obra en tres partes? Sería interesante plantear a los interesados en esta difícil cuestión, nuevos documentos del siglo XV. Por ejemplo, las confesiones de 8 hombres, 6 conversos y 2 judíos, que reconocieron haber matado a un niño en un ritual judío secreto. Porque ese texto de las confesiones, es el guión de un espectáculo mucho mayor, el de su juicio, que finaliza con su condena y ejecución en la hoguera el 16 de noviembre de 1491 y lleva la impronta de las tradiciones teatrales españolas. Y en cuanto a sus autores, los padres inquisidores Pedro de Villada, Juan López de Cigales y fray Fernando de Santo Domingo, conviene entender el término “autor” en el contexto de la época, donde la palabra designaba al productor. El argumento de aquel inverosímil crimen ritual era, sin embargo, lo suficientemente truculento y poderoso como para que, más de cien años después, cuando ya no quedan judíos en España, Lope de Vega lo eligiera para una de sus obras: “El Niño Inocente de la Guardia”, escrita y representada en algún momento entre 1604 y 1617.

26.10.08

Abie Nathan: vuelo nocturno

28 de febrero de 1966. Abie Nathan se dispone a despegar la "Shalom 1" rumbo a El Cairo.

Cuando Exupery, el autor de “El Principito”, volaba sus últimas misiones como piloto de reconocimiento, escribió a su general: “me importa bastante poco que me maten en la guerra… Pero si vuelvo con vida de este “obligatorio e ingrato trabajo”, no tendré más que un problema: ¿qué se puede, qué hace falta decir a los hombres?”. El 28 de febrero de 1966, Abie Nathan volaba en solitario en una vieja avioneta de los años veinte en línea directa hacia El Cairo, con mucho del idealismo del Principito. Quería expresarle al Presidente Nasser, en persona, la voluntad de los israelíes de alcanzar la Paz. Posiblemente, también le pediría perdón por haberle bombardeado en el 48, en Faluja, cuando Nasser era oficial y Abie Nathan uno de los primeros pilotos de la Fuerza Aérea israelí. Y, como Exupery, el problema era qué decir, si volvía.

16.10.08

Valentín Álvarez

Valentín Álvarez (Madrid, 1960)

Cuando Valentín tenía doce años, su abuelo le contó una historia sobre la conmoción que produjo la aparición de los primeros vehículos en Asturias, a finales del siglo XIX. ¿Cómo era posible que un coche se moviera sin caballos? “Es fácil saber por qué funciona un coche – le dijo su abuelo – pero es imposible saber por qué funciona un caballo”. La inquietud de Valentín derivó hacia otro misterio, el de la luz. Se formó en el Instituto Oficial de Radio y Televisión y desde 1981 se incorporó a TVE. Primero como reportero gráfico y después como diseñador de iluminación de todo tipo de programas (como la recordada “Bola de cristal”). Desde 1989 empezó a trabajar como director de fotografía y en casi dos décadas, su trabajo se reparte en varios cientos de producciones que incluyen prácticamente todo el rango de la producción audiovisual en todos los formatos. Documentales, largometrajes e innumerables spots de televisión.

En la madurez de su carrera, su nombre se asocia inmediatamente con dos palabras: elegancia y cine digital. No es casual que el genial y complejo Víctor Erice le eligiera para su último trabajo, “La Morte Rouge”. La fotografía de Valentín tiene un estilo inconfundible, y fue de los primeros directores de fotografía españoles en abandonar los prejuicios hacia el vídeo y la Alta Definición. Hoy es considerado la mayor autoridad técnica en Cine Digital y tanto las multinacionales, como las revistas especializadas le consultan cada vez que sale una nueva cámara al mercado. Pero se podría considerar esta inquietud de Valentín por las aplicaciones cinematográficas de las nuevas tecnologías como parte de una faceta mayor de inquietud y curiosidad por explorar, lo que para él es una consecuencia de aquella anécdota de su abuelo. Ha publicado sus fotografías en medios gráficos (El País Semanal, Ajoblanco…) y además de la producción audiovisual, ha estado toda su carrera asociado a la iluminación de ópera y espectáculos teatrales con la compañía Animalario. Así como ha tomado parte en las radicales apuestas que la empresa sevillana GPD ha llevado a cabo en la concepción de los museos europeos.

Además de “Perfiles”, en este momento está finalizando un documental sobre la arquitectura de Norman Foster en todo el mundo para Art Commisioner London y las instalaciones audiovisuales para el Museo de Historia de Andalucia.

Grabación de Vanessa Pilo de berberisca.

A propósito de la Parashá Behaaloteja, aquella en que se relata el modo en que las luces de la menorá deben iluminar hacia la parte delantera del candelabro, el Zohar dice que los relatos son, en realidad, un vestido, pero que el orgullo de las vestiduras es el cuerpo humano, lo que está debajo. En medio del salón de Mercedes Bendayán, con todo patas arriba y la casa totalmente invadida por el equipo de grabación, los cables y las cámaras, la analogía se hacía evidente.

Grabacion Berberisca SefaradVanessa Pilo durante la grabación.

Por mediación de Ana Bensadón, disponíamos de dos trajes de paño de más de cien años de antigüedad, profusamente decorados con bordados de oro. Pero es sin embargo Vanessa Pilo, que ha sido madre recientemente de una niña, Hanna, a la que ha dejado al cuidado de su marido para soportar casi diez horas de grabación, la que realmente se ha convertido en el orgullo del traje y le ha dado un sentido a la jornada.

Vered Kurlender (izquierda) y Valentín Álvarez, director de fotografía.

Vanessa ha hecho brillar el traje y, de alguna manera, ha iluminado hacia delante. Por un lado, lo que queda del proceso de producción; dos días más de grabación (uno en Madrid y el otro en Israel), y habremos terminado. Pero por otro, nos ha disparado la imaginación hacia el futuro. A ese día en que Hanna vea la película y, probablemente, se ría del aspecto que tenían su madre y su tío por aquellos años. Y a ese otro día en que ella, a su vez, vuelva a hacer brillar un traje de berberisca.

13.10.08

Berberisca: la noche de la novia

Claire (a la izquierda). hija de Eva Benatar (a la derecha), en el proceso de vestirse de Berberisca. La presencia del velo y el amplio gemar son, según Ana Bensadón (al fondo), obra de su tía, de quien ella recibió la tradición de vestir a las novias (Colección privada de Eva Benatar)


En la tradición judía queda expuesta, por el uso del hebreo y sus particularidades, la capacidad de las palabras para revelar el mecanismo subterráneo por el que alcanzan su significado. El término con el que se designa al novio es “jatán” y a la novia “kalá”. Su traducción literal sería el de yerno y nuera, lo que de forma manifiesta revela el peso de la familia en la elección del/la futuro/a consorte. Pero no es el único significado posible. La raíz de jatán (jat) es temor, miedo. “Jatum”, es sellado, “jatij”, guapo y “jatima”, sello, epílogo. Pero además de la etimología, en el que es posible explorar a partir de una raíz un abanico sentimientos, emociones y significados sobre un mismo tema, existen otros niveles simbólicos. La última persona que sube a la lectura de la Torá y finaliza el libro de Deuteronomio (función que cumple generalmente el rabino o el jefe de la comunidad) es llamado Jatán Torah, y la primera lectura de la Torah, el libro de Génesis, es llamada Jatán Bereshit. Pero sin embargo, tanto en la etimología, como en el significado simbólico, el papel de la novia, “kalá”, es central. “Kli” o “kelí” puede significar herramienta, instrumento musical y, sobre todo, recipiente. Los elementos que conforman un matrimonio – el hombre, la mujer – sirven de metáfora para explicar las relaciones humanas, en otro sentido y proponer, a la vez, un nuevo significado. El sentido espiritual del matrimonio es el de unir a dos socios en una tarea común; alcanzar juntos una plenitud que no podrían alcanzar por separado. Una unión entre opuestos. Ese, y otros significados, están presentes en la ceremonia de la Berberisca y los elementos que la componen, especialmente en el vestido de la novia.

Mujeres de Tánger vestidas de berberisca (Colección privada de Ana Bensadón).

En realidad, la costumbre de vestirse de blanco para la ceremonia de la boda es relativamente reciente, 1840. Ese año, la reina Victoria se casó con Alberto de Sajonia-Coburgo y eligió un vestido de color blanco para el acontecimiento. La fotografía oficial del retrato de boda fue extensamente difundida y muchas novias optaron, a partir de entonces, por imitar el estilo, hasta que se convirtió en una tradición que sigue hasta nuestros días. Antes de esa fecha, la mujer se vestía para el enlace con un buen traje, que luego usaba para otros acontecimientos. El traje de paños de la berberisca no está relacionado con la ceremonia nupcial en sí, sino con una ceremonia previa, particular de los judíos de Marruecos, en la que la familia del novio y de la novia, acompañados de sus amigos íntimos, se reúnen para cantar y ensalzar a la novia.

Mujer de Tetuán vestida de Berberisca.

El traje se confeccionaba y se confecciona en terciopelo, lujosamente ornamentado con bordados en hilo de oro, y se compone de una serie de piezas que imprimen al conjunto una riqueza visual incomparable. Por un lado, la Punta o peto, Kasó o chaqueta, generalmente confeccionado en terciopelo, profusamente bordado con hilo de oro. Generalmente tiene mangas muy cortas para que la novia pueda lucir sobre los brazos gasa fina con hilillos de oro. A continuación, la Chialdeta, zeltita o faldeta, una falda muy amplia, abierta por completo, adornada en la parte inferior con ricos galones de oro, generalmente en forma de franjas circulares, que se repliega de derecha a izquierda. El largo de la base puede alcanzar los tres metros. Entre los complementos están las mangas, Kmam, de encaje o seda, puestas debajo de las mangas de la chaquetilla. El cinturón, hzam, que es una lujosa faja de terciopelo y seda, bordada de oro. Y el pañuelo, a veces llamado fechtul, de seda con flequillos. Se anuda a la altura de la nuca y se deja caer libremente, en ocasiones, hasta el suelo. Corona el conjunto una corona o gemar, una diadema cuajada en perlas antiguas y piedras preciosas. Según Ana Bensadón, el número de perlas del Gemar es de 613, como mizvots – deberes rituales – hay que cumplir. Y cuenta la misma Ana Bensadón, la mujer que ha vestido de berberisca a varias generaciones de novias en España, que la tradición de introducir el velo y ampliar el tamaño del Gemar fue obra de su tía Esther, que fue la persona de quien ella recibió la tradición de cómo vestir a las novias.


Mujeres de Tánger con traje de Berberisca (Colección privada de Ana Bensadón).


En el traje de berberisca se encuentran lo general y lo particular. Lo general en forma de símbolos – número de piedras del gemar, de adornos circulares de la falda – que son comunes en todo el mundo sefardí. Y al mismo tiempo, las particularidades de lo marroquí se manifiestan en los colores. El verde y el azul indican las ciudades del interior. El rojo y el granate, las ciudades de la costa y el sur. El morado y negro es particular de la ciudad de Tetuán.


En el Museo del Louvre se puede contemplar un cuadro de Delacroix, “La Mariée juive” (1832) en el que se retrata a una mujer de Tánger, vestida de berberisca. Si se compara con los trajes actuales que se usan en España, es fácil ver la evolución que ha sufrido el traje de berberisca en los últimos dos siglos.

12.10.08

León el Hebreo: cuando amor se escribe con hache. (Primera Parte)

"Diálogos de amor". Edición italiana de 1541. Para evitar la censura, el editor añadió la frase "León médico, de nación hebrea, y después hecho cristiano". El subterfugio de hacer pasar a León por cristiano no funcionó demasiado tiempo; desde 1620 la obra aparece en el índice de obras prohibidas por la Inquisición por el resbaladizo sentido de sus metáforas kabalístisticas. Pero, de alguna manera, ya es demasiado tarde; la obra ya ha influido a dos generaciones de artistas europeos.


El neurólogo y psiquiatra Carlos Castilla del Pino escribió en cierta ocasión que todos los matrimonios por amor podrían considerarse nulos antes la ley. Las hormonas y la sugestión que se asocian con el amor colocan al individuo en un estado mental que, aplicado a otro ámbito diferente al del matrimonio, invalidarían la firma de cualquier contrato. Y con más razón el de uno que se origina con la voluntad, en la mayoría de los casos, de que sea indefinido. Pero lo que habría que preguntarse es si Castilla del Pino habla del amor, o del deseo. Y esa es, precisamente, la primera distinción que hace el sefardí Judah Abrabanel, más conocido como León el Hebreo (1465 – 1521?), en un libro que marcó casi cuatro siglos de estética sobre el amor, “Diálogos de amor”: “el deseo precede al amor y, una vez obtenida la cosa deseada, nace el amor y el deseo desaparece”. En otras palabras; sólo deseamos aquello que no poseemos. Y desde esa perspectiva se puede analizar no sólo la obra de León el Hebreo, sino la de toda una época: la de la Expulsión de los Judíos de España en 1492 y el nacimiento de dos términos, España y Sefarad.


Isaac Abrabanel, padre de León. Fue la única gran personalidad judía española de la época que se negó a convertirse al cristianismo. Utilizó todos sus recursos para organizar la salida de la minoría de judíos que salió de España tras la publicación de los edictos de Expulsión de 1492. En su honor, muchas sinagogas actuales llevan su nombre.


León, o Judah, nació en Lisboa en 1465, en un momento en que no existe España, como entidad nacional concreta, sino los reinos cristianos de Castilla, Aragón y Navarra y el último reino árabe de Occidente, el reino nazarí de Granada. Tampoco existe Sefarad en sí, como expresión de deseo, puesto que “así como el amor presupone que la cosa exista, el deseo implica su inexistencia”, y aún los judíos viven en todas esos territorios con diferente suerte y no es necesaria aún una palabra con la que expresar de modo tangible la ausencia. Tras las matanzas de 1391, la vida de las comunidades judías en los reinos cristianos ha ido desapareciendo y el proceso de asimilación se ha acelerado por completo. Los judíos han desaparecido de la vida pública en el reino de Aragón, están en un situación de languidez en Navarra y sólo en Castilla aún tienen fuerza. En cuanto a los territorios árabes, en Granada viven bajo dominio musulmán como “dimmi”; pueden conservar su religión, derecho y costumbres a cambio del pago de un tributo. El padre de León, Isaac, había nacido en Lisboa en 1437 y era tesorero del rey de Portugal Alfonso V, pero en realidad los Abrabanel son una familia de estirpe castellana. Su abuelo había sido tesorero de los reyes Enrique II y Juan I. Precisamente tras las matanzas de 1391, que se iniciaron en su ciudad natal, Sevilla, los Abrabanel cruzaron la frontera. Pero en 1483 se relacionó a Isaac con un complot por la sucesión de la corona a favor de Juan II y regresaron a Castilla, donde rápidamente pasaron a formar parte del círculo de confianza de la reina Isabel la Católica y se convirtieron en una pieza de su despiadada maquinaria. Isaac le prestó a la corona dinero para financiar la guerra para terminar con el reino de Granada y actuó además como su agente y comercial. Granada cae en 1492 con la rendición de Boabdil y, entre otras sorpresas desagradables, los Reyes Católicos descubren que el reino árabe está en la más absoluta bancarrota. Durante casi 30 años han utilizado con los árabes una doble política de conquistas militares, pueblo a pueblo, ciudad a ciudad, y de fomento de las guerras civiles entre los diferentes bandos árabes. Y cuando por fin cae la ciudad, lo que quedaba del tesoro real se lo ha llevado El Zagal, tío de Boabdil, al Reino de Fez. Y es precisamente el deseo por aliviar el endeudamiento de sus reinos lo que Isaac Abrabanel cree que anima la proclamación de los Edictos de Expulsión de 1492 (uno para el Reino de Castilla y otro para el Reino de Aragón) que se firman en la ciudad de Granada el 31 de marzo de 1492 por el que se da a los judíos cuatro meses para marcharse de sus reinos para siempre; o dejar de ser judíos y quedarse. Los Abrabanel, padre e hijo, hacen todo lo posible para evitar el Edicto, y convencidos de que el anti-judaísmo era sólo un pretexto, como lo había sido en el pasado, para expoliar económicamente a los judíos, ofrecieron a los Reyes una considerable suma de dinero para que no llevara a cabo la medida. Cuenta la leyenda que el Inquisidor General, Torquemada, al conocer la oferta de Abrabanel se presentó ante el rey y en un tono patético y teatral arrojó delante de Fernando un crucifijo y le recordó que Judás se había vendido por treinta monedas de plata, y que él estaba haciendo lo mismo, sólo que por una cantidad mayor. Sería una simplificación culpar a un fanático como Torquemada de todo aquello porque eso sería, precisamente, perpetuar la simplificación de la propaganda y los retorcidos mecanismos de los reyes, especialmente, de Fernando, que sirve de modelo a Nicolás de Maquiavelo para su manual del perfecto y despiadado jefe de Estado; “El Príncipe”. No eran reyes medievales y lo que precisamente estaban llevando a cabo era el primer Estado moderno.

El rey declinó la oferta de Abrabanel pero para no perderlos como consejeros y agentes, les propuso que su nieto, el hijo de Judah, se convirtiera al cristianismo. Los Abrabanel se negaron y su actitud constituyó la excepción, no la regla. En los cuatro meses que siguieron desde la proclamación de los Edictos hasta la salida definitiva, se llevó a cabo una fuerte actividad propagandística para que los judíos se convirtieran. Y la medida funcionó a la perfección; la mayoría lo hizo. El otro gran consejero y financiero de la Corona, Abraham Seneor, que además era el gran rabino de Castilla, se convirtió al cristianismo el 15 de junio de 1492 y obtuvo, como premio, el cargo de regidor de Segovia, miembro del Consejo Real y contador mayor del príncipe don Juan. Su nuevo nombre fue Fernán Pérez Coronel. Y conforme al principio de que es precisamente en la ausencia donde hay que buscar la raíz del deseo, la lista más nutrida de apellidos de judíos de España se encuentra en aquellos con un contenido más cristiano; Santangel, Santa María, Santa Cruz, Santa Fe... Sus conversiones fueron generosamente premiadas y publicitadas. Los Abrabanel se transformaron en los líderes de esa minoría de unos 50.000 judíos – según el más reciente análisis de los datos – que optó por salir del país. De alguna manera, hicieron todo lo que pudieron para romper el cerco maquiavélico y asfixiante que suponían los Edictos y que no tenía otra alternativa razonable que la conversión. Se podían vender las propiedades, pero al no poder sacar ni oro, ni plata, ni moneda, y tener que costear ellos mismos los gastos de salida, la única forma de conservar algún patrimonio era encontrar a alguien que descontara letras de cambio. En 1406 había nacido en Génova la Banca moderna, y los genoveses trataron de aprovechar la situación al máximo; estaban dispuestos a descontar a los judíos españoles, pero a cambio de un abusivo 30%. Los Abrabanel utilizaron sus recursos y negociaron la deuda que los Reyes tenían con ellos para contratar barcos, organizar los grupos de judíos rumbo a los puertos y aliviar en la medida de lo posible la rapiña generalizada.


"Cementerio de Castilla", antiguo cementerio de Tetuan. Evidencia de las dificultades de integración de los judíos expulsados procedentes de Castilla, los "romíes" o "meghorashim" frente a los judíos locales o procedentes del reino nazarí de Granada, los "toshabim" de cultura árabe.



El cumplimiento final del Edicto se retrasó ligeramente y se hizo efectivo el jueves 2 de agosto de 1492, festividad de Tisha B’Av, la misma fatídica fecha en la que fueron destruidos el Primer y el Segundo Templo en Jerusalén. Y aquella fecha no supuso el final de la pesadilla para los judíos sino, de alguna manera, tan sólo marcó el inicio y puso en evidencia la esquizofrénica efectividad de la medida para destruir la vida judía en los reinos unidos que poco tiempo después se conocerían como una única entidad: España. Los capitanes de algunos de aquellos barcos contratados por Abrabanel, vendieron a los pasajeros como esclavos. Los judíos que pasaron a Portugal fueron expoliados antes de seguir la misma suerte que los españoles por presión, precisamente, de Isabel y Fernando. Entre ellos se encontraba el hijo de León, aquel que el rey había ofrecido que se convirtiera para mantenerlos como consejeros a su servicio. Los que pasaron al reino de Navarra fueron expulsados en 1498 y pasaron a Francia. Y tal vez sea el caso de los que se trasladaron al Reino de Fez el que constituya el mejor ejemplo de las divisiones internas de las comunidades judías. Fez se había convertido en el refugio de los exiliados, musulmanes y judíos, del reino de Granada y última residencia de Boabdil. Los judíos locales no sólo estaban totalmente arabizados, sino que veían en los castellanos responsables directos de su situación, al haber servido fielmente a la Corona de Castilla. El caso de Tetuán resulta muy significativo. Los judíos arabizados llamaron a los castellanos “romíes”, “forasteros”, e impusieron sobre ellos un maltrato que obligó a muchos de ellos a regresar a España y convertirse. Una de las medidas que los Reyes Isabel y Fernando tomaron para fomentar esos retornos fue la de garantizar que los que regresaran a España y se convirtieran pudieran recuperar sus propiedades al mismo precio, muchas veces desesperado e irrisorio, al que las habían vendido, y hay casos documentados de retornos hasta 1499. No es hasta bastantes años después, en 1530 y gracias a la acción de un rabino de gran personalidad, Haim Bibas, en que la situación de división interna se normaliza y se constituye un Keila y una federación de Comunidades de los Expulsados de Castilla en Marruecos que, gracias a su mayor preparación y cultura, termina por tomar el liderazgo de la judería norteafricana, que queda desde entonces, y durante 500 años, asociada a apellidos sefardíes (Toledano, Nahon, Serfaty, Garzón, Levy, Pariente…). Pero lo que pasa en Marruecos es otro resultado de la política de los reyes. Con el fin de Boabdil y el Reino de Granada, desaparece el último monarca árabe al frente del destino del mundo árabe (situación que se prolonga hasta nuestros días). Es el gran momento de los turcos que, a diferencia de los marroquíes, llevaron a cabo una política de aceptación de los judíos expulsados de España. Bayaceto II envió barcos para trasportar a los judíos a diferentes puntos del naciente y poderoso Imperio Otomano. Pero los Abrabanel se fueron a Italia, donde León llevo a cabo su obra y dejó una sutil pero imborrable marca sefardí en el Renacimiento europeo y, de forma indirecta, en el Romanticismo.

Hagadah de Pesaj con comentarios de Isaac Abrabanel. Edición de Amsterdam de 1695. La obra del padre y el hijo se mantienen al margen de los torbellinos políticos de su época.


Por una referencia del texto mismo, se cree que León finalizó los “Diálogos de amor” en el 5262, 1501. El destino de los Abrabanel en esos años no es seguro. Se sabe que Isaac pasó al servicio de los reyes de Nápoles, Ferrante y, sobre todo, su sucesor, Alfonso II, primo de Fernando de Aragón. En 1495 el rey de Francia, Carlos, conquista Nápoles e Isaac acompaña al rey al exilio en Sicilia. En cuanto a León, se marcha a Génova. La rivalidad entre los reyes de Castilla y Aragón con Francia es responsable del título Reyes Católicos. El papa Alejandro VI se lo concedió como compensación por haberle concedido antes al rey de Francia el de “Rey Cristianísimo”. El papa Alejandro VI también era de origen español y da nombre a una dinastía, los Borgia (forma italianizada de Borja). Su antecesor, Inocencio VIII, había sido el impulsor de la Inquisición y el hombre que había nombrado a Torquemada para que cuidara en España de la pureza de la fe. Nombró cardenal a su nieto, de tan sólo 13 años, con la esperanza de que le sucediese en el papado. Pero Alejandro Borgia supo manejar mejor los hilos del poder y repartió cargos de la Iglesia entre sus numerosos hijos y sobrinos para controlar en lo posible la Iglesia. La actividad de los Abrabanel se desarrolla en medio de aquel torbellino político y de ambiciones desmesuradas de poder ocultas bajo el pretexto de la religión en un ambiente en que por un lado se llama a la unidad de los cristianos y la persecución de los judíos, y por otro se hacen ofrecimiento a los sefardíes castellanos para que pasen al servicio de nobles, reyes y papas. En 1501, tras la reconquista de Nápoles el rey Federico ofrece a los Abrabanel que regresen a Nápoles y les envía un salvoconducto. Los Abrabanel, de nuevo juntos, no llegaron a utilizarlo porque ese mismo año los franceses se lanzan de nuevo sobre Nápoles y tanto Isaac como León pasan al servicio del reconquistador de Nápoles, Gonzalo Fernández de Córdoba, alias el Gran Capitán (1453-1515), noble y militar español personalmente leal a la reina Isabel que se convirtió en Virrey de Nápoles. Fernando aprovechó la ocasión para incorporar Nápoles a la Corona de Aragón (su primo murió abandonado, prisionero de los franceses). González de Córdoba es el primer militar que utilizó de forma combinada la caballería, la infantería y la artillería en combinación con el apoyo naval y está considerado como un genio militar moderno. Pero su figura ha quedado asociada en castellano a la expresión “cuentas del Gran Capitán”, que es sinónimo de una relación poco detallada o para una explicación pedida por algo a la que no se tiene derecho. Cuenta la leyenda que una vez muerta la reina (1504), Fernando buscó la manera de librarse de González de Córdoba por temor a que apoyado en su prestigio personal se declarara independiente, así que le pidió cuentas de en qué había gastado su dinero en Napoles. El noble andaluz, ofendido, le respondió con ironía: “Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados”. El rey lo depuso y tomo la administración directa de Nápoles. El Gran Capitán regresó a España y los Abrabanel, que no pueden hacerlo sin convertirse al cristianismo, se marchan a Venecia, donde se les pierde definitivamente la pista. Se sabe que Isaac murió en 1508 y, en cuanto a su hijo, la fecha probable de su muerte es 1521.

No hay en todos los diálogos de Léon el Hebreo ni una sola mención a todos estos mundanos acontecimientos. Y resulta muy simbólico que en medio de todo aquel torbellino, el tema que León elija para sus “Diálogos” sea, precisamente, el del amor. Pero a diferencia de su padre, rabino, que se mantuvo en toda su obra en los estrictos límites del pensamiento judío, con lúcidos y brillantes comentarios a los Pirké Avot, el Talmud y la Torah de vigencia hasta nuestros días, la obra de León se abre al mundo secular no judío, en especial en lo concerniente a la Kabalah. En unos términos que tal vez sólo tengan un paralelo en la amplia difusión que las obras de Kabalah tienen hoy. Lo que es evidente es que los Abrabanel, tanto el padre como el hijo, fueron hombres del Renacimiento en el sentido en que ese término se aplica al de hombres que manejan varias ramas del conocimiento. Isaac fue rabino, financiero, especialista en la halajá y kabalista. León era también financiero, pero además médico y estaba considerado por sus contemporáneos como un filósofo y maestro de maestros. Pero además fueron renacentistas porque asistieron a su nacimiento, en Italia. Y la obra de León tiene un notable impacto en ese magma de ideas y reivindicación del hombre como centro y medida de todas las cosas en un mundo que, en apenas unos años, se transforma de forma radical y vertiginosa y amplia sus fronteras hasta una recién descubierta América. Un mundo en el que el agresivo impulso de dos socios, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, se basa en un acuerdo matrimonial que Castilla del Pino no invalidaría.

Pero volvamos al Nápoles humanista e inquieto al que León llega con su padre tras su salida de España para recorrer el sinuoso e invisible camino por el que la concepción del amor de León se convierte en "amor platónico" y "amor romántico".



"Si tratáredes de amores, con dos onzas que sepáis de la lengua toscana, toparéis con León Hebreo, que os hincha las medidas". En el prólogo de El Quijote (1605) Cervantes habla con ironía de los "Diálogos de amor". Constituye una excepción; desde Lope de Vega al "Romeo y Julieta" de Shakespeare, fragmentos completos de los "Diálogos" dan la letra al canto del amor.

4.10.08

Duque de la Victoria: memorias de un antisemita español

Galapagar, 15 de abril de 1931. La reina de España rumbo al exilio. Entre la comitiva está el Duque de la Victoria, obsesivamente convencido de que todo lo que está sucediendo es obra de las oscuras maquinaciones de un Gobierno Oculto judío.

15 de abril de 1931. Afueras de Galapagar, a 35 kilómetros de Madrid. Un grupo de coches se ha detenido en el arcén. Sus ocupantes han hecho un alto en el camino para descansar. Se han adelantado en el horario previsto y tienen tiempo de sobra. En una piedra está sentada la reina de España Victoria Eugenia de Battenberg, fumando un cigarrillo. El día anterior su marido, Alfonso XIII, ha salido de Madrid en dirección al puerto de Cartagena para embarcar en el crucero Príncipe Alfonso rumbo a Marsella. La Familia Real espera reunirse en París. Atrás dejan un Madrid enardecido por la proclamación de la Segunda República al que está a punto de llegar un tren especial de exiliados. Y es precisamente por el temor a cruzarse con una masa enardecida, por lo que ha parecido más conveniente que la reina y sus hijos cojan el tren rumbo al exilio en la estación de El Escorial. José Antonio Primo de Rivera (1903-1936), fundador de la versión española del fascismo, la Falange, saca un martillo que lleva en el coche para marcar el lugar exacto donde se ha sentado la reina “porque quería recordar siempre con certeza el sitio en el que la bella reina de España se despidió llorando de sus últimos leales”. A José Antonio le acompañan sus hermanas, Pilar y Carmen. Un poco más allá se encuentra al General Sanjurjo (1872-1936), el Embajador de Inglaterra – país de origen de la reina - , el Conde de Romanones (1863-1950), hombre de confianza del Rey. Y cierran el grupo de acompañantes, entre otros nobles, los Duques de la Victoria. Él, Pablo Montesinos y Espartero, está obsesivamente convencido de que todo lo que está sucediendo obedece a un plan de un Gobierno Oculto judío que ha convertido España en su objetivo, como antes lo ha hecho en Inglaterra, Francia y la Rusia “judeo-bolchevique”. “Todas las Repúblicas son de origen judeo-masónico” - escribe el Duque en 1935 y prosigue: “se cita invariablemente a la Masonería, cuando la mayoría de las veces debiera decirse “El Gobierno Secreto u Oculto”, o el Mando Judío o judío masónico, porque verdaderamente la Masonería no es más que el medio del que se sirve el Gobierno Oculto (judío), para de este modo ejercer su poder en todo el mundo, sin comprometerse ni darse a conocer; la Masonería hace de intermediario entre la dirección y la ejecución”. No es el único que lo cree en aquella comitiva. Y lo cierto es que, con la distancia y la perspectiva que dan los años, podría afirmarse que además de la creencia en una conspiración, muchos de los miembros de aquel grupo formarían parte de ese núcleo perverso del que habla Slavoj Zizek para referirse a los homófobos; en su obsesión, para castigar a los homosexuales pueden llegar a violarlos, o sea, a cometer un acto homosexual. De la misma manera, José Antonio, Sanjurjo y el Duque de la Victoria, en su obsesión por la existencia de una conspiración imaginaria, llegaron a convertirse en verdaderos conspiradores. Sajurjo no tuvo inconveniente en ser director general de la Guardia Civil durante la República, y cuando fue destituido, llevó a cabo un fallido golpe de estado en 1932. Liberado por la derecha que triunfó en las elecciones de 1933 – y que usó el antisemitismo como parte de su propaganda electoral – se marchó al exilio en Portugal, desde donde inició contactos con la Italia de Mussolini para recibir el apoyo fascista para una nueva rebelión. Mola y Franco lo reconocieron como el líder de la revuelta de 1936. Murió en un conveniente accidente de aviación cuando se disponía a trasladarse a España para hacerse cargo de la jefatura de los sublevados contra la República en los primeros días de la Guerra Civil. Si no hubiera muerto, Franco nunca hubiera gobernado los destinos de España durante cuatro décadas, o la historia de España hubiera sido distinta. La Falange de José Antonio Primo de Rivera, es uno de los mayores fomentadores de la violencia callejera previa a la Guerra Civil. “¡Camaradas! – puede leerse en una de las proclamas de la Falange – “tienes la obligación de perseguir al judaísmo, al marxismo y al separatismo. Destruye y quema sus periódicos, sus libros, sus revistas, sus propagandas”. Y en cuanto al Duque de la Victoria, se propuso poner en evidencia “la verdad”, la existencia de una conspiración judía y la veracidad de "Los Protocolos de los Sabios de Sión", las supuestas actas del Congreso Sionista de Basilea de 1897 en las que se describe un plan para dominar el mundo.



"El peligro de la judeo-masonería. Los Protocolos de los Sabios de Sión. Versión española por EGO". Edición madrileña sin fechas de edición ni referencia editorial a partir de la edición francesa de Jouin.

El Duque de la Victoria se consideró a sí mismo un pionero. “Hasta que publiqué los Protocolos – escribe el Duque en 1935 – pocos eran los que tenían idea de la guerra que los judíos estaban haciendo al Cristianismo”. Sin embargo, el que pretende ser el gran acusador de la existencia de un Gobierno Oculto es, él mismo, un hombre del que se sabe muy poco. Publicó tres obras de carácter rabiosa y enfermizamente antisemita; “El peligro de la Judeo Masonería” (1927), que es la primera traducción en castellano de la versión francesa de los Protocolos de los Sabios de Sión. “Israel Manda. Comprobación de los Protocolos de los Sabios de Sión” (1935) y “Cómo se organizan las guerras” (1940). Pablo Montesinos y Espartero era oficial de caballería y según cuenta él mismo, estuvo en Alemania “del año 1904 al 1907” lo que “me permitió estudiar todo el proceso de la Gran Guerra” (la Primera Guerra Mundial). En 1915 escribió una serie de artículos para “La Correspondencia Militar” sobre las causas de la Primera Guerra Mundial que luego forman la primera parte de “Cómo se organizan las guerras”, escrito en 1936, antes de la Guerra Civil, pero no publicado hasta 1940, en plena Segunda Guerra Mundial. Lo curioso de esos primeros escritos es que no está presente la machacona y enfermiza obsesión por ver en todas partes la mano de un Gobierno Oculto. Son las reflexiones de un militar español que admira a Alemania y se pone de su parte en la Primera Guerra Mundial. Pero en algún momento posterior se debió dar en él una “conversión” y todo lo que escribe es ya monotemático: los judíos son los responsables de todas las revoluciones, de todos los descalabros, de todas las guerras y de todas las crisis económicas. Sin poder afirmarlo con rotundidad, esa conversión debió de tener lugar alrededor de 1922, que es la fecha en que en París se empieza a re-editar la “Revista Internacional de Sociedades Secretas” (R.I.S.S), de donde el Duque de la Victoria extrae la mayoría del material para sus libros y a cuyo fundador, un párroco que se hace llamar pomposamente Monseñor Jouin (1844-1932), dedica sus obras, “con objeto de continuar su grandiosa y utilísima obra”. La versión de 1927 de los Protocolos es una traducción de la versión francesa, aunque la más conocida y divulgada fue la de edición de 1932, que llevó a cabo otro falangista, Onésimo Redondo, a partir de la versión alemana y con apoyo económico de la Embajada de Alemania. Lo paradójico del caso es que en España, un país sin apenas judíos, fue uno de los lugares del mundo donde más se publicó este tipo de material antisemita de corte conspirativo.



Definición de progrom según el Duque de la Victoria: "“Progromos se llama a las manifestaciones tumultuosas que en muchos países “tiene lugar” para librarse del yugo judío. Algunos de los progromos costaron la vida a miles de judíos, como ocurrirá en Rusia el día, más o menos próximo, en que los verdaderos rusos se unan”. Retórica nazi pura y dura.

En 1935, el Duque de la Victoria publica “Israel Manda. Comprobación de los Protocolos de los Sabios de Sión”. Para aquel entonces la República ha cumplido cuatro años de vida en los que no ha conocido la tranquilidad. Entre 1931 y 1933 se da un periodo que se ha dado en llamar social azañista, en el que las reformas que se pretenden llevar adelante en España se han encontrado con la fuerte oposición del Ejército y la Iglesia. En el Ejército, por la reforma que lleva Azaña y que pretende limitar su actuación en la política española – los golpes militares fueron habituales durante el siglo XIX y será un golpe militar el que finalmente acabe con la República – y la Iglesia por la proclamación de la libertad de cultos y el encendido anti-clericalismo de las clases populares españolas. Ya en mayo de 1931 se ha llevado a cabo la quema y destrucción de iglesias y conventos en toda España y al mes siguiente, se destierra al cardenal Primado, Segura, y a Monseñor Mateo Múgica, Obispo de Vitoria (ninguno de los dos reconoce la República). Previamente se había llevado a cabo la disolución de la Compañía de Jesús. Otra medida controvertida fue la Reforma Agraria de 1932, que pretendía repartir las grandes propiedades de los latifundios entre los campesinos, que formaban el 50% de la sociedad española. En 1933 se llevan a cabo elecciones, que gana la derecha y en cuya propaganda se utilizó ampliamente el antisemitismo y la idea de que la República no era otra cosa que una maniobra de un gobierno oculto judío. De hecho, el gobierno de derechas intentó neutralizar las medidas llevadas a cabo por el gobierno anterior y la respuesta de la izquierda revolucionaria fue una revuelta en Asturias que fue brutalmente reprimida por el Ejército – tarea que llevó a cabo el General Franco. Para el Duque de la Victoria cada acontecimiento, cada suceso, era una acción directa del Gobierno Oculto. Desde la Reforma Agraria hasta la Revolución de Asturias, sin olvidar, por supuesto la Libertad de Cultos. La increíble fortaleza de toda teoría de la conspiración es que ofrece soluciones simples a problemas complejos, y ver en los acontecimientos que llevaron a la proclamación de la República un plan maestro es más sencillo que entrar en el análisis de la compleja situación económica, política y social de la España del primer cuarto de siglo, o el desprestigio que había supuesto para la monarquía apoyar un golpe de estado militar, el del General Primo de Rivera (padre de José Antonio) que había suspendido la Constitución de 1876 y, tras un breve periodo de estabilidad, no supo hacer frente a las dificultades económicas derivadas del Crack de la Bolsa de 1929 e hizo que España perdiera en pocos años toda la fuerza económica que había acumulado a lo largo de una década.

Lo particular en el estilo del Duque de la Victoria es que no escribe directamente sobre la situación española, sino que traduce, uno tras otro, diferentes artículos sobre la situación internacional y sólo en los pies de página añade notas al estilo de “Es lo que está sucediendo en España ahora mismo” o “es exactamente lo mismo que lo que presenciamos en España desde que tenemos gobiernos republicanos”. Pero las ideas siempre son las mismas; el Gobierno Judío está detrás de todo y los masones son sus peones. En España la masonería agrupó a muchos ministros republicanos. Pero en cuanto a judíos apenas hay presencia en España en ese momento y el conocimiento real que el Duque tiene sobre Judaísmo es nulo.

Fernando de los Ríos, el ministro que le niega el dinero que se le debe al profesor Yahuda desde hacía quince años, era masón, como otros cinco ministros del primer gobierno. La Masonería se convirtió en España en aquella época en una mezcla de moda y de oportunidad para medrar . Pero si alguien hubiera querido que, efectivamente, existiera un gobierno oculto judío que controlara los destinos de la humanidad en 1931, ese hubiera sido, probablemente, Ignacio Bauer. Y, en especial, su hermano, Alfredo. El Duque de la Victoria, como otros antisemitas, cita en varias ocasiones a los Rosthchild como instigadores, con su dinero, de revoluciones y guerras, y los dos hermanos eran los representantes de la casa Rosthchild en España. El Duque de la Victoria afirmaba que las tres cuartas partes de la prensa mundial estaba en manos judías, y en España en el momento del advenimiento de la República los Bauer tienen la mayor editorial de España, la C.I.A.P, con una cuota de mercado del 80%. De hecho, es la C.I.A.P la que lleva a cabo una edición de “Los Protocolos” por ser una obra de interés general de la que todo el mundo estaba hablando. Sin embargo, ya en 1929, Alfredo se dio cuenta de que algo no andaba bien en la editorial y retiró a su hermano de la dirección.

En teoría, la C.I.A.P era una empresa de éxito que podía servir de modelo perfecto para cualquier paranoia conspirativa, aunque el Duque ni la menciona y algunos autores revisionaistas posteriores utilizan sus libros como fuente. Pero por exceso de confianza o ingenuidad, Igancio Bauer, en lugar de ir ampliando progresivamente el capital social de la empresa o aportar de su bolsillo los fondos para las adquisiciones de la CIAP, decidió pagar sus compras con un simple giro de letras a 90 días, de forma que cedía capital a la dirección de la empresa a cambio de letras a su nombre, que descontaba inmediatamente en el Banco de España u otras entidades de crédito a un altísimo interés del 6%. Al cabo de dos años, el pasivo había crecido enormemente y se formaba, sobre todo, con deudas a corto plazo. Cuando Alfredo retira a su hermano y toma el control en solitario de Bauer & Cía, el agujero provocado por Ignacio es de 4 millones de pesetas. Alfredo obliga a su hermano a firmar una hipoteca sobre su parte de la herencia de su padre, Gustavo. Pero Alfredo no cambio de táctica y siguió pensando que con una buena gestión y el aval de su enorme patrimonio familiar, seria suficiente para sanear la empresa. Se equivoca. Los cinco millones de pesetas en ventas de 1930 no son suficientes. Y en enero de 1931 Alfredo tiene que viajar a París para reconocer ante los Rotchschild que está arruinado. La C.I.A.P le había hecho perder hasta ese momento 7 millones de pesetas y solicitó a los Rothschild un crédito, a su nombre, de cinco millones. Se lo concedieron, a cambio de una letra de 7 millones, la obligación de devolverlo antes del 31 de diciembre de 1931 y otras garantías. El 25 de abril, con la República ya formalizada en España, Alfredo intentó convencer a la Junta General de Accionistas de la C.I.A.P de que llevaran a cabo una ampliación de capital. No funcionó. Los Rotschild enviaron a un técnico de la casa para investigar que estaba pasando realmente y su dictamen fue demoledor: el activo de los Bauer era de unos 25 millones de pesetas mientras que el pasivo, sobrepasaba los 30. Además, en medio de una crisis económica y con la revuelta situación política española, los inmuebles de los Bauer eran invendibles. De manera que mientras el Duque de la Victoria llenaba páginas y más páginas para demostrar que todo, todo lo que estaba pasando en España era el resultado del desembarco de los judíos en España, la casa Rotschild se puso en la primera fila para solicitar de los Bauer el pago de sus deudas, puesto que ellos eran los primeros perjudicados. Y tras ellos vinieron una larga lista de acreedores, judíos y no judíos, masones y católicos, monárquicos y republicanos. Los Bauer tuvieron que responder con sus bienes y la liquidación aún duró una penosa década en la que perdieron prácticamente todo.


Definición del Suljan Aruj de Josef Caro según el Duque de la Victoria en 1936: "uno de los libros del Talmud, Schulchan - Aruk". Para el Duque, la solución de España es seguir la senda de la Alemania nacional-socialista y la Italia fascista.

El Duque de la Victoria finalizó “Así se organizan las guerras” en mayo de 1936, dos meses antes del inicio de la Guerra Civil, aunque no se publica hasta 1940. El lenguaje que utiliza es aún más paranoico y desaforado que en su anterior libro. Los pies de página están llenos de mayúsculas y admiraciones y, como evidencia del aumento del delirio en su visión de la realidad, ya no sólo traduce folletos antisemitas franceses y alemanes, sino que empieza a constatar la presencia de la conspiración judía por sus propios medios. Sobre las señales del Judaísmo, al hablar de la estrella de cinco puntas escribe: “lo verán siempre en todo aquello en que los judíos dominan o quieren hacer ostentación”. “En uno de los principales “cines” (sic) de Madrid, al empezar la sesión, aparecen en la pantalla una confusión de dibujos movibles, de colores vivos; pero siempre en el fondo se ve o se adivina la estrella de cinco puntas judía. No es extraño, porque la mayoría de los estudios cinematográficos son judíos”. Que la estrella de cinco puntas no tenga nada que ver con el Judaísmo resulta, de alguna manera, irrelevante. La lógica conspirativa es refractaria al sentido común. Las tesis del Duque de la Victoria son exactamente las mismas que las del antisemitismo de Adolf Hitler y se fundamentan en los mismos falsos postulados. Alemania no perdió la Primera Guerra Mundial, sino que sufrió una puñalada por la espalda de los judíos revolucionarios. Los bolcheviques rusos son, en realidad, judíos y judías son todas las revoluciones del mundo. La Sociedad de Naciones – predecesora de las Naciones Unidas – es una institución judía, etc, etc. La solución: la eliminación de los judíos. Que personalidades espirituales como el Rebe de Lubavitch Iosef Itzjak Schneerson (1880-1950) terminaran en las cárceles soviéticas, o que Stalin eliminara en sus purgas a los judíos bajo la ambigua acusación de “cosmopolitismo” no cambia un ápice el poder del prejuicio ni la fortaleza de la teoría de la conspiración. De la misma manera, que fuera la Alemania misma la que enviara a Lenin – que no era judío - a Rusia para que fomentara la revolución bolchevique y así terminar con su enemigo en la guerra, como de hecho logró, tampoco. Una a una, todas las acusaciones que lleva a cabo el Duque de la Victoria, en la mayoría de los casos sin fundamento o a partir de una descontextualización paranoica, pueden ser desmontadas con hechos. No así la lógica patológica que se esconde detrás. Un buen ejemplo lo constituyen sus menciones al Proceso de Berna.

Entre 1934 y 1935 se produjo en la localidad suiza de Berna un juicio contra una organización antisemita suiza de inspiración nazi, el Frente Nacional, que estaban editando y distribuyendo la versión alemana de Los Protocolos. La Comunidad Judía de Berna y la Unión de Comunidades Judías de Suiza demandaron al Frente Nacional y al Partido Nacionalsocialista suizo. El proceso de Berna se convirtió en la oportunidad de demostrar ante los tribunales lo que hacía quince años que se había demostrado; que “Los Protocolos” eran un burdo plagio de una obra de Maurice Joly y que se habían intentado hacer pasar por las actas del Congreso Sionista de Basilea para convencer al Zar de Rusia de que los bolcheviques eran en realidad sólo judíos y Rusia no debía iniciar el camino de la democracia, sino todo lo contrario. El proceso fue largo y tedioso, y entre las rocambolescas argumentaciones de los nazis, cuando resultaba imposible no reconocer que “Los protocolos” eran un plagio de los “Diálogos de Montesquieu y Maquiavelo en el infierno”, dijeron que Joly, en realidad, había sido judío. No había absolutamente ninguna evidencia de antecedentes judíos en su familia, ni por parte de padre, ni por parte de madre. Pero puesto que su discurso funerario lo hizo un masón, había que deducir que Joly era judío. Y si no fuera suficiente, añadieron que un personaje de una novela de Theodorl Herzl, fundador del sionismo, se llamaba Joe Levy “y para obtener el apellido Joly basta con quitar la “e” de Joe y la “ev” de Levy, procedimiento que tiene un significado secreto para los judíos”. El 14 de mayo de 1935, el tribunal falló que el libro era un plagio y pertenecía a la categoría de la literatura indecente. El Duque de la Victoria, como la prensa alemana, no sólo no aceptaron la noticia como una derrota, sino como una confirmación de la teoría de la conspiración. ¿No serían judíos los magistrados? ¿No habrían sido sobornados por los Sabios de Sión para mantener el secreto? “¿Quién tendrá ese fallo por expresión fiel de la verdad?”.

Sin embargo, en 1937, cuando España estaba en Plena Guerra Civil, los acusados recurrieron y el Tribunal de Casación de Berna declaró que aunque los Protocolos “eran basura, cuyo único objetivo era el político de incitar al odio y el desprecio por los judíos”, no podían considerarse dentro de la categoría de literatura indecente. El tribunal se negó a conceder daños y perjuicios a los recurrentes puesto que “quien quiera difundir escritos infamatorios de la mayor grosería posible debe pagar sus propios gastos”. Esta vez los nazis anunciaron a bombo y platillo su victoria como evidencia del triunfo de la justicia, pero el Duque de la Victoria no dijo nada. Al menos, nada que haya sobrevivido hasta nosotros.

Si regresamos a aquella comitiva que despedía a la reina en Galapagar, rumbo al exilio podemos encontrar, en el apartado de las curiosidades, pruebas de algunas de las afirmaciones del Duque de la Victoria. En concreto, al igual que los nazis, se acusa a los judíos de estar detrás de la producción cinematográfica, especialmente, de la pornográfica, que fomenta los vicios para debilitar la moral. Era cierto que antes de esa fecha y de declararse la ruina, los Bauer tenían participaciones en cine e Ignacio fue productor de una adaptación de una zarzuela de Miguel Echegaray, “Gigantes y Cabezudos” (1926). En esos mismos años, en el barrio chino de Barcelona un hombre, en nombre de una personalidad que no quería revelar su verdadera identidad, contrató a prostitutas y otros personajes del bajo fondo para llevar a cabo unos cortometrajes pornográficos de alta calidad. En uno de ellos, como si se tratara de una confirmación de los Protocolos, los actores van disfrazados de curas y monjas. Pero aquel hombre no era ni judío, ni masón, sino el Conde de Romanones, y el productor que no quería revelar su identidad era el mismísimo Rey Alfonso XIII . Ese mismo rey que, "cuando por fin se acabe con los judíos y los masones ", "volverá a España para hacerla otra vez cristiana, próspera, respetada y feliz".


"El Schulchan-Aruk es una manual de las leyes judías tomado del Talmud y recopilado por el rabino Jophe Cabo". Edición argentina de "Los Protocolos" (1963) con epílogo del Duque de la Victoria.


En cierta ocasión, Jean Paul Sartre dijo que nadie puede suponer que quepa escribir nunca una buena novela alabando el antisemitismo. Al menos, eso no ha sucedido hasta la fecha, y el caso del misterioso Duque de la Victoria, no es una excepción. No era novelista, es cierto, pero en sus “trabajos de divulgación” sobre los peligros de la judeo-masonería, no muestra el menor indicio de originalidad en sus planteamientos ni el más mínimo conocimiento de Judaísmo. Y lo cierto es que en la época en que publicó sus obras los “expertos” en el tema eran el inefable Luis Tusquets (1932) presbítero y catedrático de Pedagogía Catequética en el Seminario Conciliar de Barcelona, y el curioso Francisco de Luis (1935). Nadie le reconoció su labor de pionero. Las ideas, en todos los casos, siempre son las mismas y constituyen ese magma ideológico que sostiene el legendario “contubernio judeo-masónico-comunista” con el que Francisco Franco regaba todos sus discursos hasta sus últimos momentos y que aún goza de cierto crédito entre autores como Ricardo de la Cierva. Y pese a la machacona insistencia con que los generales nacionales hablaban en público, con taconazo y brazo extendido, del peligro de la judeo-masonería, exprimieron económicamente a los sefardíes del Norte de África, punto de origen de la rebelión militar. Mientras Franco negociaba préstamos con la Banca Hassan y la Banca Pariente, escribió de su puño y letra una carta al Consejo Comunal Israelita de Tetúan diciendo que no se preste atención a las emisiones antisemitas que se llevan a cabo por radio desde Sevilla. Es sólo propaganda.


Hoy “Los Protocolos”, con los comentarios del Duque de la Victoria están disponibles en Internet. En la cultura popular, los rastros de toda aquella literatura y, sobre todo, de las ideas que representan, siguen siendo muy populares al hablar de los Illuminati o los “enigmas” del 11-S. En palabras de Schopenhauer, el delirio, es un derecho público.

2.10.08

SURCOS - תלם

En el transcurso de una entrevista, Kathy Bohrer relata como ella, una judía húngara superviviente de la II Guerra Mundial, fue la primera persona que visitó al nuevo Nuncio Apostólico de España. Seis años después, cuando Kathy ya ha fallecido, la misma anécdota en boca de su nieta, Claire, cobra otro significado.

La edición final de la pieza de ocho minutos que se presentó en el Festival de Cortos de Madrid y que es parte del largometraje.



26.9.08

Rafael Cansinos Assens (Segunda Parte)

Cansinos y su hermana María del Pilar.



El Talmud (Mishna Berajot 1,2) se inicia con una discusión sobre matices, acerca de ese momento en que las cosas no son ni blancas, ni negras. ¿En qué momento deja de ser de noche y ya es de día? Desde que puede distinguir entre el azul y el blanco, según una opinión. Entre el azul y el verde, según Rabí Eliezer. Dentro de las tres horas que siguen al amanecer, afirma Rabí Joshua. ¿Hay una forma precisa de determinar en qué momento la vida de Rafael Cansinos Assens pasa de la luz a la oscuridad, o es también un proceso gradual de matices?

Oficialmente, la publicación de obras de Cansinos Assens disminuye sensiblemente a partir de 1927, languidece hasta el final de la Guerra Civil, 1939, y desaparece de las librerías españolas hasta 1982 en que, en buena medida gracias al esfuerzo del que probablemente sea hoy el mayor experto en su obra, Jacobo Israel Garzón, empiezan a publicarse sus diarios. Pero entre 1921 y 1936 se produce un proceso gradual de ensombrecimiento en Cansinos y en su percepción de la realidad. Su obra tiene un magnífico interés para asomarse a una época y unos personajes que, de otro modo, se hubieran perdido en la memoria del olvido, igualados por la insignificancia. En apariencia, gracias a Cansinos Assens se ha salvado la memoria de los escritores bohemios, vanguardistas y los primeros judíos de la España del siglo XX. Sus diarios literarios (“La novela de un literato” 1882-1936) producen en el lector el efecto de los clásicos; el de mostrar que todas las épocas son, en realidad, la misma época. La galería de “Hombres-Ideas-Efemérides-Anécdotas” muestra un Madrid que podría ser el de hoy. Pero al mismo tiempo, como diarios literarios son una calculada pieza en la construcción de un personaje que es él mismo. O, más exactamente, la imagen de sí mismo que quiera proyectar a una posteridad a la que cree estar destinado por derecho propio.

(De izquierda a derecha). Pérez de Ayala, Albert Eisntein y S.A. Yahuda en 1923. Otra de las omisiones de los diarios de Cansinos.

Resulta muy interesante comparar sus diarios con la cronología de los hechos, sobre todo, por las omisiones. En 1923, dos años después de recibir el Premio Nobel, Albert Einstein visita España oficialmente y es recibido con todos los honores, entre otros, por su amigo Yahuda. Cansinos no menciona el episodio y la razón podría ser tan simple como que unos de los grandes protagonistas de aquella visita son los Bauer, que reciben a Einstein en su casa en un cena privada a la que, con toda seguridad, no fue invitado Cansinos. Desde aquel episodio de juventud en que un también joven Ignacio Bauer le ofrece que haga de negro para él, Cansinos convierte su antipatía por Bauer en una obsesión que destila resentimiento. En aquellos años la Comunidad Judía de Madrid está articulada y tiene una existencia real que, sin embargo, no aparece reflejada por ninguna parte en los diarios. Cada mención a Bauer va acompañada de expresiones de desprecio; “ese hombre tan pomposo como huero” “que de antiguo tiene pretensiones literarias”, “ese sátrapa de la Banca que en literatura es un parvenu”.

Bauer escribe en aquella época un libro, “Mis primeros artículos” que envía a Cansinos. “Hojeé distraído aquellas páginas incoloras y de pronto llamó mi atención un artículo de empaque erudito, en que el autor disertaba sobre la cábala”, “¿De dónde habrá sacado nuestro banquero tanta ciencia? Pero no tardé en descubrirlo… Este artículo era copia exacta de otro, publicado hace años en la Revista crítica de Colombine por mi noble amigo don José Farache”. Cansinos envía un artículo a “Cosmópolis” donde denuncia el plagio con toda dureza. Meses después, el mismo Cansinos descubre en una feria del libro que en realidad Farache también ha plagiado. El artículo es parte de una gramática hebrea escrita en el siglo XIX por el padre García Blanco.


En 1924 Cansinos publica “Las luminarias de Janucá”, una crónica novelada de la creación de la primera Comunidad Judía de Madrid. Cambia los nombres, pero los personajes son fácilmente reconocibles. A Farache lo llama “Farsi”, a Yahuda, “Salomón”, al doctor Pulido, “el señor Florido” y a Bauer, “Kohn”. Lo trata en la novela con la misma dureza y desprecio que en los diarios. Y sin embargo, tras leer el libro, Bauer hace un nuevo esfuerzo de acercamiento a Cansinos. “Su entusiasmo es tal que me invita a ver en su casa una de esas lámparas rituales, del siglo XVI, que él adquirió en un viaje a Alemania. ¡A verla únicamente!... Yo me siento Heine ante ese remedo de Rothschild y contesto su carta con otra, bastante impertinente, en que le digo que no tengo tiempo de sobra para ver lámparas que no van a ser mías”.

Logotipo de la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, fundada por Ignacio Bauer. En sus apenas siete años de vida revolucionó el mercado editorial y llegó a controlar el 80% de la publicación en habla hispana.


Tal vez si Cansinos hubiera aceptado la invitación, Ignacio Bauer le hubiera hablado de un proyecto que ya tenía en un avanzado estado de gestación; la creación de la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones (C.I.A.P), una pequeña editorial que en sus siete años de vida se convirtió en la primera gran editorial española. Cansinos saluda la iniciativa con escepticismo y cree que es poco más que un capricho de niño rico que se vendrá abajo tan pronto como se le termine el dinero a Bauer. En apenas seis años el modesto fondo editorial de C.I.A.P se transforma en una empresa con sede central en Madrid pero con delegaciones en Buenos Aires, México, Chile, Uruguay y Ecuador. A lo que hay que añadir una red de más de 130 librerías propias y asociadas. C.I.A.P llegó a controlar el 80% del mercado editorial en habla hispana, incluida Hispanoamérica. La C.I.A.P revolucionó el mercado editorial con una serie de iniciativas adelantadas a su tiempo; los contratos en exclusiva a largo con los autores, que dignificaron por primera vez la profesión de escritor en España, el uso intensivo de la publicidad, la instauración de premios literarios, etc, etc. Para el lector, C.I.A.P se convirtió en sinónimo de libro asequible y de calidad. Sin embargo, en sus diarios Cansinos quiere presentar C.I.A.P como una iniciativa de Bauer y los hermanos López Ortega “uno de los cuales es sacerdote”. Cansinos olvida mencionar al resto del Consejo de Administración fundador. Hay dos ex – ministros, Goicoechea y Francos Rodríguez (que es además presidente de la Asociación de la Prensa), dos catedráticos universitarios y un buen número de judíos. Uno de los vicepresidentes es Alberto Bandelac de Pariente. Y entre los Consejeros encontramos a Isaac Toledano, Paul Dreyfus, Menhakent Coriat y Jacques Bentata (también escritor). Un año antes de su quiebra (1931), la mayoría de los miembros del Consejo de Administración ha cambiado, pero el catálogo de la editorial tiene 320 páginas de novedades en colecciones, diccionarios, Anuarios y Publicaciones periódicas. Hay colecciones literarias, de historia de América, Revistas que van desde la prestigiosísima cabecera de vanguardia “La Gaceta Literaria” a la “Bibliographia Medica Chirurgica”. Sólo una de los sellos que agrupa (Renacimiento, editora de “El candelabro de los siete brazos”) presenta un fondo de más de novecientos títulos. Entre sus autores estaban los hermanos Machado – Manuel era amigo de Cansinos – Unamuno, Valle Inclán, Gregorio Marañón o Salvador de Madariaga, entre muchos otros. La quiebra final de C.I.A.P arrastra a los Bauer a la ruina del resto de sus negocios y pone fin a casi un siglo de una dinastía mítica en España.

Cansinos no es invitado a formar parte de la nómina de escritores de la editorial, y se justifica de forma jactanciosa. “Por lo demás, me alegro de que no se hayan acordado de mí. Me habrían puesto en un compromiso de delicadeza. Parecería que querían pagarme cosas que no tienen precio”. La pregunta es; ¿qué es lo que no tiene precio? En esos mismos años (1923-1924) en que Ignacio Bauer lleva adelante una iniciativa empresarial y cultural sin precedentes en la historia de España y se convierte en el primer productor judío del cine español (1926), Manuel Aguilar, director de la Sociedad General Española de Librería, crea su propio sello editorial, en funcionamiento hasta nuestros días. Si Disney pensó que el cine de animación sería una excelente plataforma para promocionar la venta de sus discos, en el caso de Aguilar, una edición de Clásicos Universales es la mejor salida para la piel de sus rebaños de cabras. Aún hoy, los Clásicos de Aguilar destacan por su excelente encuadernación en cuero y papel biblia. Cansinos Assens se ocupa de llenar con sus traducciones miles de esas páginas. La primera traducción que lleva a cabo es la de “La Atlántida” de Pierre Benoit. Y en ese momento Cansinos inicia la monumental traducción de las obras completas de Dostoyevski, que finalizará en 1935. Cansinos tradujo libros para Aguilar hasta el final de sus días. Y toda el resentimiento que despliega contra Bauer es, ante Aguilar, silencio y complacencia. Aguilar cumple, punto por punto, todo aquello de lo que Cansinos acusa a Bauer; es sobre todo un hombre de negocios que explota a sus escritores (incluido Cansinos), para el que sin embargo no hay una sola palabra de crítica. La otra acusación que Cansinos hace de forma recurrente contra Bauer es la de buscar honores por encima de cualquier otra cosa.

En 1925 la Real Academia de la Lengua se divide. Quieren concederle el Premio Chirel a Rafael Cansinos Assens por su labor crítica. Antonio Maura, en nombre de los conservadores, se niega en redondo: creía que Cansinos era judío de raza y de religión, y por lo tanto era improcedente conceder a un autor judío un premio creado por un católico ferviente como el difunto Barón de Chirel. Fue un duro debate y la concesión del premio se aplazaba de sesión en sesión. Para desbloquear la situación, Casares cita a Cansinos en su despacho para preguntarle si es o no judío. "Como español, seguro que tendré mi tanto por ciento de sangre judía y morisca en mis venas, como usted mismo…" – le responde Cansinos. "¿Es usted católico?", Cansinos responde: "Oficialmente, sí… Tengo a su disposición mi partida de bautismo y si quiere usted, puedo mostrársela…". Cansinos era católico, por lo tanto, se le podía conceder el premio. Y se le concedió.

Pese a la concesión del premio como crítico, la obra de Cansinos tiene cada vez menos interés para el público. En 1926 conoce a Josefina Megías Casado, natural de Don Benito, Badajoz, con la que mantiene una relación amorosa hasta que ella muere, en 1946, y que utiliza como pretexto para dejar de escribir con la intensidad de antaño. Tampoco la menciona en sus diarios. Menciona sin embargo a dos escritoras, Carmen de Burgos, Colombine (1867-1932) y Concha Espina (1869-1955) a cuya obra Cansinos dedica un estudio de su obra, “Literaturas del Norte” (1924). Las dos fueron mujeres adelantadas a su época y resulta también curioso el modo en que Cansinos insiste en dibujar a Colombine, compañera sentimental durante algunos años de su rival en las vanguardias Ramón Gómez de la Serna, como una mujer frívola y superficial. Lo mismo sucede con Margarita Nelken (1896 - 1968), judía nacida en Madrid, feminista, primera traductora de Kafka al castellano y una de las primeras diputadas del PSOE en la historia del parlamento español. La única mención que hace de ella esta relacionada con un perfil casi insultante que hace del criminalista y también socialista Jiménez de Asúa, uno de los redactores de la Constitucion de la República de 1931. Lo llama “feminoide” y pervertido.

1927 se considera el año del abandono de la vida pública de Cansinos. Pero es también el año en que un grupo de poetas lleva a cabo un homenaje a Luis de Góngora en el centenario de su muerte. En aquella foto están, entre otros, Lorca, Dámaso Alonso y Gerardo Diego, lo que con los años se dará en llamar la Generación del 27 y que constituye un grupo de escritores brillantes que se convierten, en la distancia, en el gran grupo literario anterior a la Guerra Civil y que opacan a todas los movimientos de vanguardia anteriores. Algunos de aquellos jóvenes (Gerardo Diego, Garfias…) han sido habituales de su tertulia, y Cansinos está al tanto de la obra de prácticamente todos, pero ya no tiene un papel relevante entre ellos. “Confirmación pública de esta mi simpatía por los nuevos la tiene usted en mis artículos de crítica en “La Libertad”. Además de Diego y Garfias, cita a Guillén y Alberti. “Sólo que una forma delicada de amor a los jóvenes, es no acercarse a ellos demasiado”.

1931. Boda en la Sinagoga de la Calle Príncipe. La República propicia un breve resurgimiento de la vida judía en Madrid.

1931 es un año crucial en la Historia de España. El 14 de abril se proclama la República y se inicia un periodo de entusiasmos y desencuentros que finaliza en 1936, con el inicio de la Guerra Civil. Pero, como en el caso de la Comunidad Judía, este es otro logro que parece desencantar a Cansinos cuando finalmente se materializa. Desde su juventud, Cansinos ha sido republicano y la mayoría de su círculo lo es. Pero recibe el cambio con escepticismo. “El espectáculo que ofrecen las calles, invadidas por el populacho, aflige y abochorna a los mismos republicanos”. Ese mismo año es el de la quiebra de la C.I.A.P y produce cierto resurgimiento de la vida judía en Madrid. Como sucediera durante la Primera Guerra Mundial, la proclamación de la libertad de cultos atrae a algunos turistas judíos, curiosos por los cambios que parecen estar produciéndose en España. Es otro banquero de una personalidad singular, Menahem Ben Coriat, de Tánger, el que pone de nuevo en marcha la pequeña sinagoga de la calle del Príncipe con la celebración de una boda de la que aparecen fotos en toda la Prensa. Entre estos turistas está su viejo amigo Yahuda, que le ofrece marcharse con él a Londres y trabajar en actividades sionistas. Cansinos, de nuevo, rechaza la oferta. En 1933, con el triunfo electoral de los nazis, empiezan a llegar judíos refugiados desde Alemania. Y tanto en esos años de la República, como durante la Guerra Civil el antisemitismo forma parte de la propaganda de la derecha.

Cansinos finaliza sus diarios literarios el domingo 19 de julio de 1936, con la visión de un Madrid donde se están repartiendo armas entre el pueblo. Su última frase es una despedida a un amigo, Exposité. “Los republicanos estamos ya de más. Querido maestro, ¡la República ha muerto!... Sí – digo yo con tristeza -. ¡Y la literatura también! Y ambos nos estrechamos las manos en un gesto de tristeza. Lo que sigue, para Cansinos, es la inmersión en las sombras. El resto del país vive, durante tres años, una guerra brutal que se convierte en un ensayo cruel de la Segunda Guerra Mundial. Jacobo Israel Garzón ha estudiado en detalle la presencia y aportaciones de los judíos en aquella contienda. Pero tal vez el episodio que resume y sirve de símbolo al final de aquella época en la historia de España y sus judíos, es el relato de Juan José Lisbona sobre el cierre de la sinagoga de la calle Príncipe. Antes de 1936, la mayor parte de las 150 familias judías que componen la Comunidad en Madrid se han marchado. A finales del 37, sólo queda una familia; los Strouza. Yomtov Strouza es el sammas (persona que cuida y tiene las llaves de la sinagoga), y los bombardeos sobre Madrid se han intensificado. Por consejo del alcalde de Murcia y amigo de la familia, Antonio Segura, deciden trasladarse allí con los sefarim.

En la segunda semana de marzo de 1939, poco antes de que termine la guerra con la victoria aplastante de los nacionales, apoyados por la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, Strouza y Segura opinan que los sefarim deben permanecer en Sefarad, porque todos esos objetos sagrados pertenecen a los sefardíes y son además un tributo a todos los judíos que han caído durante la guerra en defensa de la República. Los depositan en la sucursal del Banco de España en Murcia, como Patrimonio artístico. Después, las familias Segura y Strouza salen de España, rumbo a Orán. Yomtov regresa a Tesalónica, donde es asesinado años más tarde por los nazis. Su hijo Isaac se salva en Francia y de allí emigra a Colombia.

Cae la noche y se hacen las sombras.